Misa del día del trabajo con gremios y organizaciones sociales
Más de 30 gremios y organizaciones sociales se hicieron presentes para compartir la misa con ocasión del día del trabajo. En ella se rezó particularmente por las fuentes laborales.
Luego de la celebración se prolongó el encuentro con un sencillo ágape, que permitió continuar el diálogo entre distintos sectores vinculados todos al mundo laboral.
Dejamos a continuación la homilía de mons. Navarro
DIA DEL TRABAJO
Col. 3, 14-15.17.23-24; Mt. 13, 54-58
La Iglesia nos invita a recordar hoy, con un sentimiento de profunda admiración, a un hombre bueno, trabajador, carpintero por oficio, justo, como lo llama el Evangelio. Su nombre era José y vivía en Nazaret.
A este hombre “justo” eligió Dios como su colaborador inmediato en la maduración humana, intelectual y espiritual de Jesús, el Mesías. Dios no había elegido a un emperador, ni tampoco a un senador, o a un hombre sabio o un gran filósofo. ¡Era un obrero, el elegido! ¡Un carpintero! Formaba con María, la llamada Sagrada Familia de Nazaret. Su cercanía, amor, delicadeza y comprensión para con María serán siempre una fuente inagotable de respuestas sugestivas en la relación matrimonial y el respeto a la mujer. Su preocupación y trabajo callado para sostener la familia son también un modelo a seguir por todos los trabajadores, hombres y mujeres, que deben sostener a sus familias. Su dedicación y entrega a los planes de Dios son un ejemplo de fidelidad por encima de la lógica y de las categorías humanas. Tal vez lo que más nos impresione de José es su trabajo serio y perseverante, por el bien terreno y por la causa de Dios. Nos cautiva su entereza, su honradez, su integridad. Es de esos hombres de una pieza que se entrega humilde, pero resueltamente, a un ideal. Es un hombre cabal; un hombre justo, que se deja conducir por Dios.
Así lo muestran los evangelios a José: como el hombre que se mantuvo fiel a Dios, contra viento y marea. La piedra angular de su comportamiento fue su obediencia a la Palabra de Dios: “José se levantó….”, dirá repetidamente el Evangelio, cuando el Señor le pide que se vaya de ese lugar para asegurar la vida del Hijo y de su mamá. La obediencia a Dios no es fácil. Imaginemos a José que ha logrado una pequeña instalación en Belén primero, y en Egipto después, con su oficio de carpintero. Pero el Señor viene a interrumpir su sueño de instalarse, de quedarse tranquilo con su familia en un lugar definitivo. “Levántate”, le dice otra vez. Este carpintero José, nos deja una fuerte enseñanza, porque también a nosotros muchas veces Dios interrumpe nuestros sueños de quedarnos, de instalarnos en nuestros bienes materiales o espirituales. Pero Dios nos dice: “levántate” para llevarnos a otro lugar o darnos otra misión, siempre en bien de nuestros hermanos, y nos hace así parte de su proyecto salvador. Por eso, tenemos que estar dispuestos para levantarnos, es decir, para dejarnos interrumpir, despertar, por Dios, y salir de nuestros propios proyectos que terminan encerrándonos sobre nosotros mismos.
La cultura de entonces, a la que pertenecía José, despreciaba el trabajo manual; lo consideraban degradante para la persona; convenía dejar que lo realicen esclavos o gente sin cultura. Pero la Biblia tiene una visión distinta. Desde la primera página presenta a Dios que trabaja durante seis días y descansa el séptimo. Antes de que en la Biblia se hable del pecado, hablará de la importancia y necesidad del trabajo. Porque el trabajo forma parte de la naturaleza original del hombre; no aparece como resultado de la culpa o del castigo por el pecado. Además, el trabajo manual es tan digno como el intelectual y espiritual. Jesús mismo le dedicará unos veinte años a su carpintería de Nazaret, y sólo un poco más de un par de años, se entregará al ministerio espiritual y pastoral, recorriendo las aldeas y ciudades de Galilea.
La Iglesia tiene como patrono del trabajo a San José, el carpintero de Nazaret, quien supo de la diaria fatiga en su banco de trabajo, a cuyo lado aprendiendo el oficio, estuvo muchas veces Jesús, llamado también él «el carpintero» (Mc. 6,3).
Así José se transformó en modelo del trabajador cristiano. Él nos ayuda a comprender el profundo sentido de la Palabra de Dios sobre el trabajo, pronunciada en el Génesis, el primer libro de la Biblia, donde Dios coloca al trabajador junto a Él como co-creador, partícipe activo en la obra de la creación: «Llenen la tierra y sométanla…» (Gen. 1,28), dice solemnemente la Escritura; aunque también afirma: «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» (Gen. 3,19). Estas dos afirmaciones señalan, una, la intención de Dios de confiar al hombre la tarea de realizarse a sí mismo, conquistando con su trabajo un verdadero dominio sobre el mundo, y la otra, que el trabajo a veces resulta «sudoroso», sufrido y no recompensado como los hombres y mujeres que trabajan merecen.
Hoy hay muchos hermanos que no pueden gozar de este «bien» que es trabajar. Por eso, pensando en tantos desocupados y subocupados, la Iglesia no puede menos que pedir a los responsables políticos, empresariales y sindicales a que contribuyan con todas las posibilidades de su inteligencia y buena voluntad, a resolver este delicado problema. Que el derecho al trabajo, llegue también a los jóvenes y a la inclusión de personas con capacidades diferentes.
No hace mucho, en agosto del 2016, el Papa Francisco le escribió a Mons. José María Arancedo, que entonces era Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, a propósito de la fiesta de San Cayetano, que en el País veneramos como el santo del pan y el trabajo, estas hermosas palabras sobre la importancia del trabajo:
“A San Cayetano pedimos pan y trabajo. El pan es más fácil conseguirlo porque siempre hay alguna persona o institución buena que te lo acerca, al menos en Argentina donde nuestro pueblo es tan solidario. Hay lugares en el mundo que ni esa posibilidad tienen. Pero el trabajo es tan difícil lograrlo, sobre todo cuando seguimos viviendo momentos en los cuales los índices de desocupación son significativamente altos. El pan te soluciona una parte del problema, pero a medias, porque ese pan no es el que ganás con tu trabajo. Una cosa es tener pan para comer en casa y otra es llevarlo a casa como fruto del trabajo. Y esto es lo que confiere dignidad. Cuando pedimos trabajo estamos pidiendo poder sentir dignidad; y en esta celebración de San Cayetano pedimos esa dignidad que nos confiere el trabajo; poder llevar el pan a casa. Trabajo, esa T (que junto con las otras dos T: Techo y Tierra) está en el entramado básico de los Derechos Humanos; y cuando pedimos trabajo para llevar el pan a casa estamos pidiendo dignidad” (Papa Francisco, carta a Mons. Arancedo, 1 agosto de 2016).
La relación entre pan y trabajo presenta un fuerte sentido bíblico. La Escritura reconoce al hombre como sujeto libre y responsable, pero también ve al trabajo como un derecho del hombre; este último derecho hace que sea justo el pedido de quién no tiene trabajo y se lo reclame a quienes tienen responsabilidad de darlo; y en esto la Iglesia los acompaña siempre con su propia voz, demandando el trabajo para quien no lo tiene, igual que la justa remuneración. Como decía la carta del Papa Francisco que recién citábamos: el pan que llega a la mesa sin trabajo de la mujer o del hombre, se convierte en una dádiva que esclaviza; y el trabajo cuya remuneración no alcanza para llevar el pan a la mesa de la familia, es injusto y denigra. En el primer caso, se lesiona la dignidad del hombre, porque no tiene trabajo; en el segundo, la justicia social está ausente, porque no cumple con el salario justo..
Pidamos a San José obrero, que interceda ante Jesús, también obrero, para que les conceda al trabajador, cualquiera sea su oficio, manual o intelectual, la alegría de manifestar a través del trabajo hecho, su propia personalidad; la alegría de poder gozar de los frutos del propio trabajo; la alegría de trabajar en colaboración con los demás; y, sobre todo, la alegría de colaborar con el Señor en la obra de la salvación de los hombres y de la transformación del mundo, donde cada día tiene que habitar más la paz y la justicia, para que haya trabajo digno y bien remunerado, para que la mujer o el hombre que trabajan, puedan llevar el pan a la mesa y el bienestar a su familia.
Que Jesús bendiga a todo trabajador, quien es hijo de Dios, hermano de los hombres y señor de las cosas.
Bahía Blanca, 1 de mayo de 2019, Fiesta de San José Obrero.
Mons. Néstor Navarro
Obispo Emérito del Alto Valle