Mensaje de fray Carlos a todos los miembros de las comunidades educativas celebrando este mes de septiembre y las efemérides que los abrazan

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Bahía Blanca, 11 de septiembre, 2024

 

A todos los miembros de las comunidades educativas celebrando este mes de septiembre y las efemérides que los abrazan

Una vez más los saludo y bendigo de corazón. Llega el tiempo primaveral, una estación con ciertas inestabilidades climáticas. De todos modos, la primavera nos invita a mirar al cielo de manera especial, pidiendo la bendición de la lluvia para los campos y sembrados.

Este tiempo del año nos invita una vez más también a centrar la mirada en fechas muy significativas para toda comunidad “vocacionada” a la misión educativa (a todos los niveles: inicial, primaria, secundaria, terciaria o universitaria, etc.): día del Maestro; día del Estudiante; día del Profesor; día del Directivo…

Quisiera unir en el pensamiento y corazón todas estas diversas caras de lo poliédrico, variadas notas de lo sinfónico; distintos tonos de lo poli cromático… y hacerlo con algunas palabras sencillas que nos ayuden a conocer la altura y la longitud, anchura y profundidad de la inmensa y tan necesaria ¡vital! misión de la EDUCACIÓN.

ESCUCHAR: Ante el panorama que nos rodea, a muy diversos y necesariamente complementarios niveles sociales (familia, organizaciones intermedias, empresas, sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación, comunidades de servicios sociales, de creyentes, etc.), notamos con mucho dolor el mal de la falta de escucha. Esta sordera interior provoca a su vez ofuscamiento, gritos, gestos o palabras amenazantes ¡Mucho ruido! ¡Pero poca escucha! Entonces, cuando falta lo primero, lo más necesario, podemos decir que estamos ante un signo negativo desde el mismísimo punto de partida.

ENTENDER: La falta de escucha provoca ciertamente poco entendimiento, poca comprensión. Pero con ello no podríamos ni querríamos limitar el “entender” al mero marco del razonamiento de parte de quien escucha o de quien “dice” algo. La escucha abraza las más altas facultades humanas: conocer, comprender, querer, sentir, aprehender, contemplar (en lugar de espiar) para al menos saber de qué se trata, hacer espacio en nuestro corazón para quien nos habla y así poder responder, preguntar ¡dialogar! Esto nos ayuda a crecer en la docilidad, es decir: el “saber – dejarnos – decir – algo”. ¡También nos lleva incluso a sentir como propias las necesidades ajenas!

ENSEÑAR: Podemos enseñar –y esto no es repetir como loros- solamente lo que previamente hemos entendido, o –también quizás- aquello que hemos comenzado a entender (porque se trata de un proceso). Esto sucede cuando sabemos, en principio: “de qué se trata” (aunque no lleguemos todavía a comprenderlo del todo). Enseñar también nos ayuda a escuchar y a entender ¡Por ello se hace posible el diálogo!  Sin la verdadera comprensión de lo aprendido permanecemos en la neblina de la confusión. Enseñar consiste en comunicar lo que antes se ha aprendido, para que –a su vez- todo aquel que ha crecido en el aprendizaje, sepa ayudar a otros a crecer, es decir, ser verdaderos protagonistas en: escuchar, entender y enseñar.

A todos, queridas hermanas y hermanos, los bendigo de corazón, pidiendo que nuestros corazones crezcan y se dilaten en este camino que nos convoca a todos.

 

+ Fray Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP

Arzobispo de Bahía Blanca