Celebración de la misa crismal

Ayer, martes 15, se celebró la Santa Misa crismal en la Iglesia Catedral de Bahía Blanca. La misma fue presidida por nuestro arzobispo S.E.R. Mons. Guillermo Garlatti y concelebrada por todo el presbiterio diocesano.

En la misa se bendijeron y repartieron los óleos que se usarán este año y al terminar se presentó «Gracias Señor, por vivir», antología de música litúrgica compuesta en la arquidiócesis de Bahía Blanca.

 

Estas fueron las palabras de Monseñor Guillermo Garlatti durante la homilía (descarga PDF):

1.-  El testimonio de Jesús

Lc 4, 16-30

2.-  La nueva evangelización, el papa Francisco y la consigna de “salir a las periferias

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG, 1).

a) Evangelizar con el testimonio

El papa Francisco evoca en sus mensajes de manera reiterada el consejo que daba el santo de Asís a sus frailes: «Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras.» ¿Cómo también con las palabras? Es que para San Francisco lo fundamental es el testimonio, el hecho de que en la propia vida de quien asume la tarea de evangelizar y predicar se puedan leer las palabras. Palabras que debieran ser siempre un espejo transparente del actuar.

En nuestra época la conducta de no pocas personas desmiente los propósitos que ellas mismas enuncian en su discurso, por lo que no resulta ocioso volver sobre la convicción de que lo que realmente educa y hace convincente el anuncio del evangelio es el ejemplo. Por eso, hoy en día y como lo fue siempre, son muy importantes los “modelos” de vida, es decir, la “ejemplaridad”.

«Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo», decía Demócrito cinco siglos antes de Cristo.

De allí que resulte tan oportuna la reiterada mención que hace el papa Francisco de la máxima de san Francisco de Asís quien, a comienzos del siglo XIII, proponía que vivir es, ante todo, dar ejemplo de conducta y de vida.

Más preocupante aún es el hecho de que, también nosotros los cristianos y los sacerdotes, no siempre advertimos con claridad la importancia de convertimos en ejemplo de vida ante los demás. Sólo con el ejemplo se genera autoridad de manera espontánea.

Como lo señalara San Francisco, para predicar, en general, no se requieren palabras. Sólo se debe recurrir a ellas si resulta necesario.

El médico y filósofo Albert Schweitzer dijo: «El ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”.

En esta época de estímulos superficiales predicar con el ejemplo y con el testimonio de vida supone una osada provocación cultural. Al evocar esas enseñanzas de san Francisco de Asís, el papa Francisco intenta encauzar el rumbo de la cultura contemporánea y de la nueva evangelización. ¿Seremos capaces de predicar el evangelio con las palabras pero, sobre todo, también con el ejemplo de nuestras conductas?

 b) Evangelizar con la proclamación explícita y con el anuncio de la Palabra de Dios (y la catequesis)

Me parece muy importante que en el contexto de la Misa Crismal, día eminentemente sacerdotal, que, entre otros muchos pasajes del Nuevo Testamento relacionados con la evangelización y la misión, tomemos como punto principal de referencia y meditemos con detención el texto de Romanos 10, 8-18:

La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, es decir la palabra de la fe que nosotros predicamos. Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: «El que cree en él, no quedará confundido». Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: «¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!» Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: «Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación? La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo.  Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo”.

3.-  Sacerdotes y cristianos discípulos-misioneros

Carta del papa Francisco a los Obispos de Argentina (25 de marzo de 2013):

Me gustaría que (los trabajos)… tengan como marco referencial al Documento de Aparecida y “Navega mar adentro”. Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos: misión programática y misión paradigmática. Que toda la pastoral sea en clave misionera. Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía.

Al concluir el encuentro pastoral del 29 de marzo pasado, he pedido con insistencia en la homilía de la Santa Misa, especialmente a los sacerdotes, que este encuentro pastoral se replique -en lo posible antes de Pentecostés- en las parroquias, comunidades, movimientos y asociaciones diversas. Hoy en día no se puede vivir la Iglesia si se prescinde de la misionariedad. Es urgente formar sacerdotes, comunidades y cristianos de discípulos-misioneros, que se pongan en estado de misión permanente.

¡Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía!

¡Y yo me pregunto!

Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo lo vamos a hacer?

Y si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo irá a hacer?

 El hoy de Jesús es también nuestro hoy (Cf. Lc 4, 21).

 4.-  Conversión pastoral y renovación de nuestra vida sacerdotal

Palabras del Papa Francisco en la catequesis del miércoles 26 de marzo de 2014:

FIELES, AYUDEN A SUS PASTORES A NO SER MEDIOCRES”.

El sacramento del Orden sagrado ha sido uno de los temas de la catequesis del Santo Padre en la Plaza de San Pedro ante los fieles reunidos bajo un cielo lluvioso. “Los ministros que son elegidos y consagrados para este servicio -ha dicho el Papa- prolongan en el tiempo la presencia de Jesús si lo hacen con el poder del Espíritu Santo en el nombre de Dios y con amor”.

“Aquellos que son ordenados se colocan a la cabeza de la comunidad -ha continuado-. Están “a la cabeza” sí, pero para Jesús esto significa poner la propia autoridad al servicio de los otros… “El que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo”… Un obispo que no está al servicio de la comunidad no actúa bien; un cura o un sacerdote que no está al servicio de la comunidad, se equivoca”.

Francisco ha puesto de relieve que “el amor apasionado por la Iglesia” debe ser una característica que derive siempre de la unión sacramental del sacerdote con Cristo. El obispo y el sacerdote, aman a la Iglesia en su propia comunidad; la aman mucho, como Cristo ama a la Iglesia… El ministerio sacerdotal… es un sacramento que representa el camino por el que las personas se dirigen habitualmente al Señor.

Por último, el Papa ha citado las palabras de San Pablo a Timoteo cuando le recomienda “no descuidar, es más, reavivar siempre el don que hay en él”. “Cuando no se alimenta el ministerio con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la celebración cotidiana de la Eucaristía o incluso frecuentando el sacramento de la Penitencia, se termina por olvidar, inevitablemente, el verdadero sentido del propio servicio y la alegría que nace de la profunda comunión con Jesús… El sacerdote que no hace estas cosas, a la larga pierde la unión con Jesús y adquiere una mediocridad que no es buena para la Iglesia. Por esto tenemos que ayudar a los obispos y sacerdotes a orar, a escuchar la Palabra de Dios que es el alimento diario, a celebrar la Eucaristía todos los días y a confesarse con regularidad”.

“No se venden accesorios para convertirse en sacerdote -ha mencionado el Papa antes de finalizar-. Esta es una iniciativa que toma el Señor, que es quien llama”. Con estas palabras ha animado a los jóvenes que sienten esta llamada a cuidar esta invitación y a rezar “para que crezca y dé frutos en toda la Iglesia”.

1 Tim 4, 13-16

“Hasta que yo llegue, dedícate a la proclamación de las Escrituras, a la exhortación y a la enseñanza. No malogres el don espiritual (“chárisma”) que hay en ti y que te fue conferido mediante una intervención profética, por la imposición de las manos del presbiterio. Reflexiona sobre estas cosas y dedícate enteramente a ellas, para que todos vean tus progresos. Vigila tu conducta y tu doctrina, y persevera en esta actitud. Si obras así, te salvarás a ti mismo y salvarás a los que te escuchen.

 + Mons. Guillermo José Garlatti