Carta de Fray Carlos a los estudiantes en su día

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Bahía Blanca, 21 de septiembre de 2017

Muy queridos estudiantes en su día:

En el hemisferio sur providencialmente el “Día del estudiante” se celebra con la llegada de la primavera, ¡estación de la vida que se renueva con especiales olores, colores y calor!

La Iglesia católica recuerda también este día al Apóstol y Evangelista San Mateo… Mateo, publicano o cobrador de impuestos, quizás preocupado por obtener ganancias, por proteger su patrimonio, fue llamado por Jesús a seguirlo. Ha sido este apóstol quien más nos ha ofrecido pinceladas sobre el ideal de la comunidad de los discípulos misioneros del Maestro, sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias.

Permítanme saludarlos hoy partiendo de dos “definiciones” que nos llegan del pasado, cuando comenzaban a crearse y destacarse, los gremios, las comunas o municipios, las primeras universidades en Europa. Éstos comenzaron siendo centros educativos que iban más allá de la lógica de las “escuelas palatinas” (de los palacios) para nobles o miembros de la alta sociedad o catedralicias para los miembros del clero.

Como buenos estudiantes, les pido que ustedes ponderen, valoren o también hagan su crítica a estos conceptos (“crítica”, en su sentido más profundo, significa justamente valoración, apreciación, ponderación, precisión y no –como solemos caricaturizar- “sacar el cuero” o “destruir”).

Es verdad que “definir” es en cierto modo “limitar”. Pero el alma ¿no es en cierta medida “todas las cosas”? Creo que así sabrán comprenderme y comprender lo que quisiera decirles de un modo amplio y generoso como lo es su corazón.

Alfonso X, rey de Castilla, llamado el Sabio, en su obra “Las Siete Partidas” (1256 – 1265) esbozaba el concepto de lo que hoy podríamos llamar “Universidad” (Universitas), aunque en aquel tiempo, mediados del siglo XIII, se hablaba también “Estudio” (Studium) o “Escuela” (Schola): Estudio es la unión (ayuntamiento) de maestros y escolares, que es hecho en algún lugar con voluntad y con entendimiento de aprender los saberes [Partida Segunda, Título 31, Ley I: De los estudios en que se aprenden los saberes y de los maestros y de los escolares].

San Alberto Magno, también Doctor de la Iglesia, en aquellos mismos años, 1265, empleaba palabras análogas a las del Rey sabio para referirse a una sociedad, conformada justamente por “socios” o miembros de una “comunidad”, entendida como convivencia y mutua colaboración de quienes, profesores y alumnos, encuentran una común misión: Buscar la verdad en la dulzura de la comunidad (In dulcedine societatis quarere veritatem) [cf. Comentario a la Política de Aristóteles].

En tiempos no fáciles como los que vivimos y de los que somos protagonistas –debemos admitirlo- la experiencia de sabios y santos de tiempos no menos complejos, nos recuerda, nos vuelve a traer al corazón, el sentido de la unión, la comunidad, la voluntad y la inteligencia, el deseo de estudiar, aprender juntos…

El resentimiento, el rencor, la revancha no dan espacio ni libertad a la inteligencia y al corazón para aprender, enseñar, conocer y hacer conocer, amar y hacer amar la verdad.

Recuerdo mis años de joven estudiante. Recuerdo especialmente las palabras que San Juan Pablo II, también sabio y santo, pronunció con voz vibrante, en días de guerra y dolor. Fue durante su primera visita a la Argentina. Son palabras que pocos años después inspiraron el Himno de la Jornada Mundial de la Juventud, Buenos Aires, 1987 (“Un nuevo sol”): No dejen que el odio marchite las energías generosas y la capacidad de entendimiento que todos llevan adentro. Hagan, con sus manos unidas, una cadena de unión más fuerte que las cadenas de la guerra. Así serán jóvenes y preparadores de un futuro mejor; así serán cristianos [Homilía de la Misa celebrada en el área del Monumento a los españoles, Buenos Aires, 12 de junio de 1982].

Queridos estudiantes… (¡y todos lo somos de alguna u otra manera porque no dejamos nunca de aprender y estudiar, de buscar y amar la sabiduría, la verdad, como se busca y ama una persona!): En este día, también fiesta de la vida que se renueva, se nos invita a soñar, a volver a descubrir el sentido más profundo de nuestra vocación, el propósito de ser útiles a la sociedad, a la comunidad.

Destaco por eso la raíz y sentido mismo de las palabras que he querido desgranar con y para ustedes: Escuela, Estudio, Universidad. En todas se trasluce de diversas maneras el sentido de la comunidad; la unión de profesores y estudiantes; la realidad viva de una misma sociedad conformada, justamente, por socios “con-vocados”, llamados a una misma vocación y misión.

Me despido y saludo con la letra de esa bella canción “Corazón de estudiante” que también forma parte de mis sueños y vocación:

 

Quiero hablarles de una cosa,
como sangre de esperanza,
que respira en nuestro pecho
y se mece como el mar.

Duerme siempre a nuestro lado,
y acaricia nuestras manos,
es pasión de libertades
y juventud de ese amor.

Cuántas veces su retoño,
fue arrancado del camino.
Cuántas veces su destino
fue torcido hasta el dolor.

Mas volvió con su esperanza,
con su aurora cada día,
y hay que cuidar de ese brote
para salvar a los dos: ¡Flor y fruto!

Corazón de estudiante,
¡Hay que cuidar de la vida!
¡Hay que cuidar de este mundo!
Comprender a los amigos.

Alegría y muchos sueños
Iluminan los caminos,
verdes, planta y sentimiento,
hojas, corazón, juventud y fe.

[Milton Nascimento – Wagner Tiso]

Fraternalmente en Cristo, Maestro, Camino, Verdad y Vida

+Fray Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP

Arzobispo de Bahía Blanca