Mensaje de fray Carlos a los educadores

A todos los maestros y maestras, profesores y profesoras, estudiantes, bibliotecarios, preceptores y quienes tienen una responsabilidad directiva en el ámbito de la Educación

Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato
Salmo 90 (89) 12

Les escribo una vez más como miembros de las comunidades educativas presentes en el inmenso territorio de nuestra arquidiócesis. ¡Ustedes viven la búsqueda apasionada de la sabiduría y la cotidiana tarea de buscar la verdad! Septiembre nos ofrece diversas fechas que expresan la “sinfonía – policromática” o “poliédrica” de toda institución educativa (Jardines de infantes, escuelas, colegios, institutos terciarios, universidades).

Tras las enormes dificultades causadas por la “pandemia”, poco a poco, descubrimos lo que ésta ha ocasionado o –quizás es lo más indicado- que ha manifestado con mayor evidencia. En efecto, no podemos atribuir a la pandemia la crisis o tragedia educativa que estamos atravesando, los crueles índices de pobreza que conocemos…

El panorama que se presenta invita a no permanecer indiferentes. Constatamos tanto gozos y esperanzas como tristezas y angustias. ¡No se trata ahora de ser “optimistas” o “pesimistas” sumando grietas a otras tantas que algunos promueven como grito de lucha y otros como negocio!

¿Es la educación una prioridad? ¿Se trata más bien de una urgencia? Se suele distinguir lo “urgente” de lo “importante”. Mi intención no es otra que expresar un reconocimiento a través de un saludo agradecido a todos los que viven la pasión – vocación educativa ¡Una verdadera misión!

Los tiempos para revertir urgencias (financieras, económicas, etc.) no son los mismos a los propios de la educación, cuyos frutos pueden esperarse a muy largo plazo (¿dentro de 10 o 15 años, según los expertos?). La educación exige paciencia, perseverancia, presencia y una continua atención a cada persona. Por eso tiene las características de un oficio artesanal a la medida de la dignidad y creatividad del espíritu humano.

Es necesario que podamos abordar con esmero y dedicación los temas importantes, pensando en soluciones integrales, con una mirada amplia, sabia, sin dejar de atender simultáneamente las urgencias sociales que comprometen la vida de millones de hermanos: su pan, su techo, su trabajo.

El Papa Francisco, el 12 de septiembre de 2019, nos animaba a «unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna».

Vuelvo al Salmo que encabeza este saludo. En la Biblia, la sabiduría se expresa a través de un “corazón sensato”. Por ello, pido a Dios, fuente de toda razón y justicia (como reza el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional) que, como la tierra reseca pide lluvia para ser fecunda, regale a todos algunas actitudes que necesitamos.

Estas actitudes, se relacionan con la sabiduría del corazón (conociendo que la etimología  de la palabra “corazón” viene del latín cor-cordis), que serán: cordura –en tanto prudencia-, cordialidad –como afecto que brota del corazón-, coraje –la pasión por afrontar la vida con valentía y libertad-, concordia –como la capacidad de buscar juntos la paz- y finalmente, si me permiten tomar la palabra cordoglio(original en italiano que podemos traducir como condolencia),  expresando la capacidad de sentir como propias las necesidades ajenas, algo tan afectuoso y específico del corazón.

Sin estas actitudes no podremos trabajar juntos en esa alianza educativa, en este pacto educativo al que nos invita el Papa Francisco, ¡acuerdo de base que tanto necesitamos los argentinos y personas de buena voluntad que quieran habitar nuestro suelo!

Los saludo y bendigo de corazón en el nombre de Jesús, a quien también llamaban ¡Maestro!, y de María Nuestra Madre y Maestra, Señora de la Merced, patrona de la Arquidiócesis de Bahía Blanca.

+ Fray Carlos Alfonso Azpiroz Costa OP
Arzobispo de Bahía Blanca